miércoles, 4 de enero de 2017

El mejor regalo


Cuenta este cuento la historia de Juan, un afortunado hombre al que su acaudalado hermano le regaló un coche nuevo increíble para Navidad. “No puede haber un regalo mejor que este”, murmuró Juan. Pero el destino le tenía preparada una sorpresa a la vuelta de la esquina.
Cuando Juan fue a trabajar, estacionó su nuevo coche en un lugar donde todos lo pudieran ver. “Quería compartir su felicidad con sus compañeros”, pensó mientras lo estacionaba. Pero a veces nuestra cabeza no nos dice toda la verdad. En realidad el ego de Juan, escondido internamente, solamente quería hacerse notar y sobresalir. Para el, tener un buen coche nuevo cobraba más sentido si los demás podían también verlo y apreciarlo.

Cuando salió del trabajo, vio que un niño de la calle se encontraba frente a su coche, con mirada embelezada, 
“¿Este es su auto, señor?” Preguntó el niño extasiado.
Juan contestó con el pecho erguido y la frente bien en alto: “Así es pequeño, y si quieres sorprenderte un poco más te puedo decir que no pague nada por el ya que mi hermano me lo regaló para Navidad”.
“¿Su hermano se lo regaló y no pagó nada por el?” Repitió el pequeño que no salía de su asombro.
Un suspiro en forma de palabra salió de la boca del pequeño: “Uauuuuuuu, como me gustaría….”.
“Si, si… es claro niño que te gustaría tener un hermano así que te hiciera estos regalos. Ya me lo han dicho varias veces en los últimos días”, interrumpió Juan mientras su ego tomaba un tamaño tal que parecía explotarle en el pecho.
Y el niño, sin poder escuchar las palabras de Juan ya que se encontraba viviendo en su imaginación una escena que solo el podía presenciar, terminó la frase que ya había comenzado: “Como me gustaría…… ser un hermano así”.

En ese momento la cara de Juan se desfiguró por la respuesta y su ego explotó en mil pedazos.
Y en tan solo un instante Juan experimentó la sensación de ser la persona más admirable, a ser la persona maaaaaas pequeña e insignificante del planeta.
Luego Juan sintió admiración por semejante respuesta inesperada, la cual mágicamente había logrado transmutar su egocentrismo en profunda bondad.

“Te gustaría dar una vuelta en mi auto, pequeño?”
¡Oh si, eso me encantaría!
Y así fue como los dos salieron juntos a recorrer la ciudad en auto. Pero lo increíble era que los dos iban igualmente alegres, pero fuentes muy diferentes alimentaban esa alegría en cada uno. A Juan le alegraba ver la mirada de admiración de los transeúntes que se giraban para verlo pasar (aunque en realidad la gente solo veía el auto y no prestaba atención a quien iba dentro). Pero al pequeño se alegraba soñando en su interior mientras viajaba en ese auto.
De repente el pequeño preguntó: “Señor, ¿no le importaría que pasáramos frente a mi casa?”. Juan rió a carcajadas mientras pensaba que el niño quería mostrar a todos sus vecinos que era capaz de llegar a casa montado en un increíble automóvil como el suyo. Pero Juan no tenía la menor idea de lo diferente a el que era el pequeño.
Nuevamente el destino le tenía preparado otra sorpresa mas, a tan solo unas pocas calles de distancia.
“Aquí es, ¿podría ser tan amable de detenerse en esa puerta?”, preguntó el niño que parecía explotar de la alegría anticipando lo que estaba por suceder.
El auto detuvo su silencioso motor, y el niño bajo corriendo y se perdió por un pasillo. Al rato Juan lo vio volver, pero esta vez venía mucho más despacio…… y acompañado.
Traía en brazos a un niño aún más pequeño, que luego descubriría que era su hermanito, y también descubriría que era un niño con discapacidad y que sus piernitas nunca habían logrado caminar por tener una enfermedad desde su nacimiento.
Y en ese profundo silencio, se escuchó que el niño le susurraba a su hermanito al oído: “Ves, allí esta Juan y su auto tal como te lo dije.
Su hermano se lo regaló para Navidad y a el no le costó ni un euro. Algún día yo te voy a regalar uno. Y juntos vamos a recorrer en el, las diferentes ciudades del mundo.”

Sin lugar a dudas, Juan había recibido en esas navidades el mejor regalo, un regalo que transformó por completo su forma de ser y de ver el mundo.
REFLEXIÓN:
Este cuento enfrenta en su relato a dos formas de ser, opuestas entre sí:
Por un lado tenemos a Juan:
- Para el, ser es tener. Cuanto más tengo más soy “A Juan lo alegraba ver la mirada de admiración de los transeúntes que daban vuelta la cabeza para verlo pasar”…. “Juan rió a carcajadas mientras pensaba que el niño quería mostrar a todos sus vecinos que era capaz de llegar a casa montado en un increíble automóvil como el suyo”.
- Compite con su entorno. Busca sobresalir y hacerse notar. “Para el tener un buen auto nuevo cobraba más sentido si los demás podían también percibir esto”.
- Busca recibir. Cuanto más recibe, más feliz es. “es claro niño que te gustaría tener un hermano así que te hiciera estos regalos”
Por el otro lado está el niño:
- Simplemente es, y el tener tiene sentido no por lo que representa para los demás sino por su mera utilidad. “Algún día yo te voy a regalar uno y juntos vamos a recorrer las diferentes ciudades del mundo.”
- Busca ayudar a los demás. - Busca dar. Cuanto más da, más feliz es. “Como me gustaría ser un hermano así”
No es casualidad que el niño de la historia tiene una gran humanidad, aunque en su vida hay muchas dificultades.
Muchas veces el sufrimiento es la puerta de acceso al conocimiento profundo. No es la única puerta de acceso, pero es la que la vida utiliza como maestro cuando las formas de aprendizaje menos dolorosas han fracasado.
Y por lo general suelen fracasar, es que los seres humanos somos difíciles en el arte de cambiar.
Es verdad que la idea de dar, esperando recibir esta muy instalada en nosotros. La idea de dar sin importar si se recibe, si bien suena atractiva, parece utópica.
Seguramente estaríamos dispuestos a dar sin esperar recibir, si tuviéramos la garantía de que el resto de la gente hiciera lo mismo (lo cual en el fondo significa que queremos dar esperando recibir).
El que aún no sintamos en nuestro interior la certeza de que queremos dar sin esperar recibir, no significa que esta no sea la dirección a la cual dirigirse. Simplemente muestra que aún estamos lejos de llegar a ese destino.
Así como aprendimos a hablar hablando, a caminar caminando, se aprende a dar sin esperar recibir…. simplemente dando.
(Fuente: Irene Villa)